El Castillo de San Jorge

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El Castillo de San Jorge se conserva parcialmente bajo el actual Mercado de Abastos de Triana, construido tras el abandono y demolición de gran parte de su interior, aunque reutilizando en gran parte sus muros exteriores. Tras unas campañas de excavaciones arqueológicas se pueden visitar en la actualidad los restos de los edificios que lo integraban, pues el castillo encerraba una auténtica ciudadela donde vivían presos y carceleros.

El castillo, de origen almohade (siglo XIII), fue erigido para hacer frente a posibles ataques cristianos desde río arriba, y se integró en el sistema defensivo islámico de la ciudad como protección del puente de barcas . Una vez reconquistada Sevilla, el castillo se puso bajo la jurisdicción de la Orden de los Caballeros de San Jorge. En su recinto se levantó la primitiva parroquia de Triana, que a partir de 1276, con la edificación de la parroquia de Santa Ana, quedó como ermita.

Tras varios acontecimientos pasó a ser la primera sede española del Tribunal de la Santa Inquisición, creada en 1480 por los Reyes Católicos para garantizar la unidad religiosa de sus territorios. Aunque en principio sirvió para perseguir a judíos conversos acusados de celebrar ritos judaizantes, más tarde sirvió también para la persecución y castigo de los protestantes.

Durante casi 300 años la Inquisición persiguió, torturó y ajustició a miles de personas. Muchos morían en prisión; otros eran ajusticiados en las plazas públicas o en las afueras de la ciudad. Ni siquiera la condición de religioso libraba a algunos de caer bajo sus garras. La Inquisición fue abolida en 1820, si bien el Tribunal ya se había trasladado en 1785 a otro lugar, debido al mal estado de la fortaleza provocado por sucesivas inundaciones.

La visita del castillo nos permite contemplar los vestigios de calles y plazas interiores, casas de inquisidores, bodegas, cocinas y establos, además de algunas celdas, para concluir en un Memorial con algunos de los personajes más conocidos que pasaron por el calvario de ser encarcelados entre sus muros. La mezquindad y la envidia se hacen patentes en algunas de estas biografías, reflejo de una época de intolerancia.

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